En horas insomnes como rocas
veo tu frente herida por el aire,
tu espalda que el aire descubre y explora,
tu boca entreabriéndose y tus manos huecas
oreadas en la densidad de la noche.
Te escucho arder en gestos desvelados, largos,
veo tus muslos tensos que guardan para sí
su piel más fina y secreta;
me quedan solos tus ojos cerrados al misterio del aire.
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