Ni el regio manto de oriental monarca
ni el pendil de la virgen pudorosa,
ni la falda irritante y vaporosa,
do el pensamiento al corazón embarca;
nada, soldados, la belleza abarca
que atesora la enseña tan preciosa
tremolando en las filas orgullosa;
porque de gloria su camino marca.
Ojalá que al blandir vuestros aceros
bajo sus filos la discordia muera,
la vil discordia que el dolor nos trajo;
y que forméis un batallón de obreros
al colocar la Paz esa bandera
sobre el altar bendito del trabajo.
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