Todavía recuerdo tu mirada fija
y no 1a entiendo, ni sé qué decir
de aquella primavera
sitiada por los besos.
A ti y a mí nos debe carta un sueño
de orillas rotas y una nube
descubierta en la travesía
infinita del olvido.
Todas las ciudades tienen
semáforos que se abren y se cierran;
son pequeños paréntesis
del rojo al verde (ni rojo de labios,
ni verde de selva),
pequeños paréntesis de espera.
Y esperamos
al borde de la calle, quietos,
como inexistentes, un segundo antes
de retomar el paso con un rencor anclado
en mitad del corazón.
Nos debe carta un sueño, te repito;
tú y yo
no nos debemos nada.
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