Ha quedado todo al fin
recogido: vida, sueño.
Hasta la carcoma duerme
con sus monólogos secos.
El reloj en la pared
y en el tic-tac mi miedo
como pisadas que vienen
a marcar más los silencios.
Lo mismo todas las noches.
En voz baja por el precio
de mi muerte con la muerte
discuto. Nunca hay acuerdo.
Y al despuntar, como amigos
nos deseamos los buenos
días y para esa misma
noche quedamos en vernos.
Silencio de los pianos
y de los sonidos negros.
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