Siempre al azar, como la suerte ordena,
vagaste por el páramo infecundo,
¡pobre rama que el noto furibundo
hizo rodar por la caliente arena!
Ninguno comprendió tu horrible pena,
que nunca hablaste de tu mal profundo;
y fue tu adiós al asqueroso mundo
una sonrisa de desprecio llena.
También, padre, se acerca mi partida,
pronto en la nada marcharé a perderme;
y si es un sueño la mundana vida,
sin soñar en la tumba, duerme, duerme;
mientras tu hijo, lleno de quebranto,
tiene con risa que verter su llanto.
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