En el espejo mágico aparece
toda mi vida, y bajo su misterio
aquel amor lejano se florece
como un arcángel en un cautiverio.
Llega por un camino nunca andado,
ya no son sus verdades tenebrosas,
desgarrada la sien, triste, aromado,
llega por el camino de las rosas.
Vibró tan duro en contra de la suerte
aquel viejo dolor, que aún se hace nuevo,
está batido como el hierro fuerte,
tiene la gracia noble de un mancebo.
Reza, alma triste, en su devota huella,
los ecos de los muertos son sagrados,
como dicen que alumbran las estrellas,
alumbran los amores apagados.
Este amor tan lejano, ahora vestido
de sombra de la tarde, en el sendero
muestra como un arcángel, el sentido
inmortal de la vida al pasajero.
Yo iba perdido por la selva oscura,
sólo oía el quebrar de mi cadena,
y vi encenderse con medrosa albura,
en la selva, una luz de ánima en pena.
Tuve conciencia. Vi la sombra mía
negra, sobre el camino de la muerte,
y vi tu sombra blanca que decía
su oración a los tigres de mi suerte.