Bella zagaleja
del color moreno,
blanco milagroso
de mi pensamiento;
gallarda triguera,
de belleza extremo,
ardor de las almas
y de amor trofeo;
suave sirena,
que con tus acentos
detienes el curso
de los pasajeros;
desde que te vi
tal estoy, que siento
preso del albedrío
y abrasado el pecho.
Hasta donde estás
cuelan mis deseos
llenos de afición,
y de miedos llenos,
viendo que te ama
más digno sujeto,
dueño de tus ojos,
de tu gusto cielo.
Mas ya que se fue,
dando al agua remos,
sienta de mudanza
el antiguo fuero.
Al presente olvidan;
y quien fuere cuerdo,
en estando ausente
téngase por muerto;
y pues vive el tuyo
en extraño reino,
por ventura esclavo
de rubios cabellos,
antes que los tuyos
se cubran de hielo,
con piedad acoge
suspiros y ruegos.
Permite a mis brazos
que se miren hechos
hiedras amorosas
de tu airoso cuerpo;
que a tu fresca boca
robaré el aliento,
y en ti transformado,
moriré viviendo.
Himeneo haga
nuestro amor eterno,
nazcan de nosotros
hermoso renuevos.
Tu beldad celebren
mis sonoros versos,
por quien no te ofendan
olvido mi tiempo.