Es en la pureza,
en la vecindad botánica de las palmeras enanas donde
invocas difusos conflictos con la métrica y las formas
académicamente perfectas.
En la cuerda floja del equilibrista,
donde se juegan el sueño los ángeles
disipados en humo y cenizas exteriores.
Pero sobre todo,
en la renuncia
a un lenguaje que remite al deseo de alimentarte
exclusivamente de lirismo.
Cielos
al rojo vivo,
por un territorio exento
de reproches en que los grandes astros
se han ido incorporando lenta,
muy lentamente…
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