Un buen día, las cosas
se fueron por otros derroteros,
y el vientre se te quedó
tapizado de polvo y de desidia.
Las circunstancias que envolvieron
tu embelesamiento
te colocan en el umbral de un prodigioso
y complejo retablo, donde las palabras
curan la pasión
como cualquier otra deformación profesional.
Acaso la extraña actitud,
tu gallardía de entonces,
se debiera principalmente a los efectos benéficos
de la brisa serena y celosa
sobre su busto.
Ya está.
Aclaradas las cosas,
no hace falta ir más adelante.
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