…yo voy muerto, por la luz
agria de las calles
J.R. Jiménez
Es día de difuntos, exequias de noviembre,
me anudo la corbata y asisto al funeral
del hombre sumergido en tumbas de ladrillos,
del hombre sepultado que asiste a la agonía.
Cuerpos a la deriva por pasillos de insomnio
he visto esta mañana, por las dunas de asfalto
y jardines de hierro; ataúdes de carne
en esquinas heladas. Muertos en las aceras,
todavía calientes, respirando lo hueco.
Muertos en los negocios que producen el oro
que requiere Caronte.
Hoy he visto rebaños
de difuntos al paso que les marca el entierro,
sin dolor ni recelo; el espanto es de vivos
y los muertos no sienten, sólo habitan la nada.
Es día de difuntos, día exangüe de niebla,
cementerio de vivos, columbario de ideas,
es un día cualquiera, como tantos, vacío,
sólo lleno de muertos, sólo lleno de muertos.
Muertos, trenes de muertos disidentes de vida,
empañados del vaho que les ciega el cerebro.
¿La esperanza está viva? Quién nos pone los trenes
sin cabinas ni vías, sin ventanas al viento.
Oh, necrópolis vanas, apestáis al vacío
de las tumbas sin cuerpos. Quién nos pone los trenes…
Olvidad la esperanza, que también dios ha muerto.