Me asomo a la ventana como todas las tardes
para escribirte.
Este cielo es tan pálido que da miedo mirarlo
(y de los jacarandáes con el abuelo basta.)
Sé que estoy viva, es decir
camino calles y Veo el trabajo del azar
en la arboleda.
Nada resplandece en los papeles que rondo,
el muchacho de la batería toca de seis a siete
mientras su madre visita amigas
con alguna receta para dejar de amar.
En todo caso la soledad es la que resplandece
y a veces la sequía,
quiero ver al infinito revolotear
en esa torpe batería:
una señal, la traición de una señal, la ficción
de una señal.
Nada es seguro, ya ni siquiera me desvelo
por una palabra para hacerle feliz.
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