Fragmento de un poema
Yo que tengo lejanos jardines en la luna
y reinos invisibles en estrellas lejanas
y princesas dormidas de embrujada fortuna
y reinos interiores y cosas extrahumanas.
Yo que tengo un silencio de armonía profundo,
gravitando con ritmo de misterio en mí mismo;
yo que siento y que vivo la belleza del mundo:
jamás podrán hundirme en el ‘pequeño abismo’.
Basta que mire al cielo y llame a las estrellas
para arrullarlas dentro del corazón transido;
basta que, cara a cara, diga a Dios mis querellas
para que Dios conteste: ‘¡Hijo! ¿te han afligido?’
Por eso nada importa, Madre, que a tu buen hijo
los pobres hombres quieran herir: ¡Piedad por ellos!
Piedad, Piedad, Piedad! Mi amor ya los bendijo;
que la luz de los astros les peine los cabellos!