Espabílate, dice,
que ya es tarde.
Íbamos al dolor sin desengaño:
teníamos la prisa de las navajas, sí,
pero ¿qué hicimos?
¿qué, cuando nos dijeron
de este lado ya no sois más, no hay nada,
esta es la raya de la edad, teneos?
Pero cuánta justicia, si bebimos
la juventud, la esbelta prisa, el verbo…
para que otros hiciesen su discurso a los postres:
barriesen las migajas
bajo el mantel de la viabilidad.
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