Espera, que no es hora
de nada imprescindible. No te marches.
Que el sol ahora acaricia, y en la playa
el rumor de las olas se acerca solitario.
Ven, que andaremos cogidos entre las alquerías
y hablaremos de todo como si lo creyéramos
y el amor en los besos también será creíble.
Ven y pasearemos entre cosas amigas,
plácidamente unidos, como los que se aman.
¿No adivinas qué atardecer diáfano
a la orilla del agua, en nuestra misma mesa,
embriagados de vino y de presencia mutua,
preludio ya de abrazos en el frescor nocturno?
Ven, que hallaré para ti
las flores que te harán aún más bella,
los gestos más amables, un sentido a las cosas.
Todo aquello que solo jamás yo encontraría.
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