Ésta es, Tirsis, la fuente do solía
contemplar tu beldad mi Filis bella;
este el prado gentil, Tirsis, donde ella
su hermosa frente de su flor ceñía.
Aquí, Tirsis, la vi cuando salía
dando la luz de una y otra estrella;
allí, Tirsis, me vido; y tras aquella
haya se me escondió y ansí la vía.
En esta cueva deste monte amado
me dio la mano y me ciñó la frente
de verde hiedra y de violetas tiernas.
Al prado y haya y cueva y monte y fuente
y al cielo desparciendo olor-sagrado,
rindo de tanto bien gracias eternas.
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