Esta flor en mis manos, repentina
alba en mi noche estrellada
de mi sueño nacida
¿me atreveré a tocarla?
¿mereceré siquiera profanar con mis ojos
la luz que la revela?
El aire desolado de la espera vacía,
el aire en que no estaba ¡respiré tantos años!
El agua que era muerta y clara y muda,
el agua quieta y dócil, resignada,
humedece su imagen luminosa.
A su labio asomada
-¿por qué milagro?- el agua se quema en su homenaje.
Estatua derruida
en cenizas la brasa consumida
con la arcilla de ayer formó su vida.
¿Qué sino a u fulgor puede mi noche
atesorar, atónita, el sueño redivivo?
¿Qué voz hallar, qué grito,
qué jubiloso y asombrado canto
saludará su aurora?
Tiendo hacia ti mis manos de mendigo.
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