Está mirando a todas las mamás, y a esa
niña mayor y ya no tan segura
de que todo el amor le pertenezca, y lee
de reojo a un poeta
alemán (cierra su libro,
y deja el pensamiento en ese charco
donde beben los perros, y los niños
se mojan los zapatos, pero acusa
la presunción del sol, esa punzada
viva del mediodía, ese pequeño
dardo sin enemigo ni deseo).
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