Frente al lago una estatua de viejo
recompone el pasado; mármol sus movimientos,
la cicatriz del tiempo dueña de su mirada.
Un desfile de gritos, de colores y fuerza
pasan por su tribuna rindiéndole recuerdo.
El también fue una flecha en aquel parque
y recordó a Cavafis. No reproches,
nada que lamentar. Cuando en amor,
su vida fue un ejemplo, un gozo cotidiano
con pocos compartido, deseo a cada instante.
Para seguir viviendo, él bien lo sabe,
necesita mirarse vivamente
en el río de vida que fluye frente a él;
para reconocerse, el espejo del lago,
su juventud, la gracia de su cuerpo,
aquellos ojos, su flexible ternura…
Un aire extraño le estremece
y sabe que el invierno ha de llegar
borrando este paisaje que le mantiene alerta.
Esperar que la nieve le arrope suavemente,
de la misma manera que su amor le abrazaba,
y allí quedarse, viviendo para siempre
entre estos cuerpos que, ahora inalcanzables,
van buscando, ardientemente enamorados,
un lugar en la noche. Como él lo buscara.