Estoy con la cabeza contra el muro.
Me convoco a mí mismo como quien mira un pozo.
Vuelve un niño perdido
por calles de humo, por pasillos blancos,
trágico, con las mejillas tatuadas
y fuegos pequeñitos en cada dedo.
Vuelven tiempos erizo de rapiña y disparos,
de angustias decoradas por curas y trompetas,
estampas y desfiles. Y todo que se para.
Lucen asombros, se hacen estallidos, se redondean lomos,
y mamá me dice algo tremendamente piedra
ue me pone en mi sitio.
Retorna ahora el día de la ira, el tremendo momento
en que perdí los ojos y me hice azabache, cactus y piedra
alumbre.
Y me quedé en Ourense
mirando con horror este río del tiempo.
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