Intento seducirte en el pasado.
Las manos al volante y esta luz
de club nocturno del tablier me dejan
-fantasía invernal- bailar contigo.
Detrás de mí, igual que un gran camión,
el mañana hace ráfagas de luces.
No lo conduce nadie y me adelanta,
pero ahora tú y yo viajamos juntos
y el coche puede ser el dos caballos
de los años sesenta hacia París.
«Je ne regrette rien» canta Edith Piaf.
Bajo la ventanilla, entra la noche
fria de la autopista, y el pasado
se aproxima de cara, velozmente:
cruza y me ciega sin bajar las luces.
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