En Lokbias tañe una flauta,
en Sanssouci;
así consuela su nostalgia
Ptolomeo;
Friedrich también.
Estrujadora Alejandría,
severa Postdam;
es melancólico ser rey,
leyendo a Cátulo o a Voltaire.
Cercano a la orilla de Libia
o a la llanura central de Europa,
el auletés,
pensando en legionarios o cosacos,
mariposa nostálgica, chupa la miel
de la triste flor de la flauta,
combándose bajo el klaft o el tricornio
la nostálgica cabeza colgada del más allá.
No importa estar borracho
y pellizcar la grupa de los días, o
disponer las compañías de plomo
sobre una mesa rococó.
Dura carga es ser rey,
basileus o könig,
capitán o sobornador
contendiendo con césar o kaiser
mediante fuego de oro o fuego de cañón.
Bañar en el río tibio de la música
el alma cansada de espiar,
es natural;
hila tristeza el rey así,
el auletés,
Lokhias o en Sanssouci,
larva llorosa, para encapsular,
que el dolor en seda es menos ruín.
Por eso siempre al atardecer,
tañe en Lokhias, en Sanssouci,
la misteriosa flauta real.
Bajo la luna pura y cruel,
entre la zozobra del vivir,
hila su lágrima el auletés.
Flautista (Auletés) de Ricardo Carballo Calero
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