Dicen que las alas son un instante,
una mueca gris,
tardía,
y son quizá el destino vegetal de la libélula,
los brazos de una nave antigua,
los remos de la barca perdida en el fallido cálculo
de su destino.
Yo digo que las alas
en algún tiempo fueron campanas,
volaron alto
y descendieron para morir en los oscuros pozos.
Yo digo que las alas no existen,
porque la tarde es un instrumento de la memoria para recordar la vida.
Un espejismo.
Una silueta en el colmo de la mente.
Dicen que las alas son quizá el último beso en la frente del náufrago.
Dicen de las alas,
y de nosotros,
viejos sueños,
fósiles y sin alas,
nadie,
nadie dirá nada.
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