La primera es morir por amor.
La segunda, definitivamente no hacerlo
y aparecer en tu boca como un niño muerto.
Trescientas horas bajo un sol desnudo
que se llena de algas y está próximo a existir:
un comienzo excelente para olvidar los avisos
y clavarse en el mundo
y clavarse en el mundo.
Para ser oído
diste el cuerpo a su llanura
en el tiempo en que los árboles agrandaban sus cabezas
para ser oídos
volcando sus ojos de árbol en tus ojos de hombre.
‘Para verte de cerca, tú: próximo a existir.’
La primera es morir por amor.
La segunda, definitivamente no hacerlo
o cruzar la tierra oscura para ser oído
mientras te manchas de inocencia y de hojas
y te pones un nombre
con el que poder apagarlo.
El informe ´Nunca más´
despidió a Gerardi sobre el asfalto muerto
desatendió casi todos los avisos
pues las tumbas y las memorias heridas de los hombres
reclamarían después todas sus visitas:
en un número superior a cincuenta mil,
los ojos se volcaban en mi mano de hambre.
(La batalla en el cristal contra el licor del miedo.)
La primera es morir por amor.
La segunda, definitivamente no hacerlo
y mirarse el amor como quien juega con un ángel
hasta hacerle daño,
hasta hundirle la cabeza,
hasta hundírsela en el suelo para buscarse el olvido.
Volvieron, como él, reconocible
a Romero de América, convertido en diez nombres:
Javier Cirujano, forzado en la memoria
Alfonso Stessel, sacudido en la memoria
Jean-Marie Vincent, escapando en la memoria
Teresa Rosales, agrandada en la memoria
Julio Medrano, hundido en la memoria
Quevedo Quezada, enredado en la memoria
Lopes Filha, abismada en la memoria
Hernán Calderón, azotado en la memoria
Manuel Campo, florecido en la memoria
Riccy Mabel, arrastada y confundida en la memoria.
A Gerardi le aplastaron la cabeza:
para siempre,
de esta manera,
lo hicieron reconocible,
el olvido se alejaría sereno
y después se caería en las sillas al negarle más pasos.
Contra el licor del miedo,
la primera es morir por amor,
o llamarse Gerardi a pesar de las autopsias:
el ejército guatelmateco negaría cualquier participación
batir de alambre en una noche de cascos
en el hecho de hundirte la boca,
de tragarse el sol por un hueco del frío
y dejarte a puntito de existir.
Nunca más: el Proyecto Remhi aparecería apenas antes
señalando a los culpables, vomitando puños de memoria:
’de esta manera a Gerardi,
volvieron a hacerle reconocible’.
La primera es morir por amor.
La segunda, definitivamente no hacerlo
y caer por las ventanas con tu incendio de sienes.
La cola de una estrella se desnucara en tus manos
y tú, muertito de amor, tragándote el abismo.
Para ser oído,
cae Gerardi del sol a las raíces,
del luto a la memoria
con su enigma de sal para todas las bocas del mundo.
Gerardi muere de resurrección
y enloquecen los amos y los perros del Amo:
de tanto en tanto le duelen los pies de quedarse muerto
de quedarse delirio,
de ser humo sin fecha o cal en los espejos,
le duelen los pies de andar tan muerto y sin agua,
hasta que vuelva el alarido nel árbol,
se muera de amor, o vuelva a ser oído.