Después de Dios.
Después
de padecerlo en la humana versión
de sus sosías
vislumbramos un dios que se transforma
en soledad de dios
luego de serlo.
Sólo resta
dejar en paz y firmes las heridas.
Desnudarnos de Dios.
Y contemplarlo.
Desnudo.
A nuestra propia semejanza.
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