No necesito bellas sirenas
deslumbrantes y desnudas
que conduzcan con sus cantos de espuma
mi débil embarcación
hacia las rocas:
yo solo me basto
para fracasar en el intento.
Navego con un trozo de mar
bajo los brazos, con una llave de salitre
que abre mi infancia
y me roba el sueño,
recojo con celo los pedazos
de geografía muda
que a modo de piel
he ido perdiendo con los años,
y giro hasta esa coordenada como un remolino enrabietado,
como un niño atolondrado
que no sabe de derrotas,
o como un globo terráqueo
en una clase de ciencias
que rueda sin control mesa abajo
y llena el suelo de países y de espuma,
de espanto y carcajadas.
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