Llega el hastío,
presencia inapelable,
paciente jornalero del olvido,
y murmura al oído del amante:
es hora de partir
tu copa está vacía
Y el mirlo del deseo ya no canta.
Alza tu cuerpo,
¡libéralo!
Edifica
un nuevo sueño
en el vino de otra copa.
¡Ávida piel, desata tus amarras!
Y, obedientes,
atónitos, mutables,
el labio trémulo y la pisada en vilo,
los amantes olvidan sus promesas,
dejan el lecho
y se yerguen anhelantes,
como jóvenes caballos desbocados,
a la búsqueda de innúmero espejismo.
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