Hay en el lecho, pero no hallo nada.
El susto ahuyeritó al sueflo: me levanto
Horrorizada, y del desierto lecho
Salto precipitada con espanto.
Hieren mis manos el turbado pecho,
Y arrancado, en desorden como estaba,
Mi cabello también quedó desecho.
Alumbraba la luna, y yo buscaba
Con la vista otro objeto en la ribera,
Mas sóIo la ribera se miraba.
Acá y allá, sin orden, la carrera
Dirijo, aunque la arena me impedla,
Como no acostumbrada, andar ligera.
El eco solo en tanto respondla
Al grito repetido de ITeseol
ue pronunciaba yo, y él repetIa.
Y cuantas veces en liamarte empleo,
El conmigo te llama, y favorece
En el modo que puede mi deseo.
Hay una alzada roca que parece
Amenazar al mar, en cuya cirna
Algün arbusto apenas aparece.
La inquietud me dá fuerzas v me anima:
Subo a la altura con fatiga grave,
Y las ondas registro desde enctma.
Con las velas infladas vi tu nave
(Que en esto también fuI desventurada)
Alejarse ligera como el ave.
0 ya fu6 que la viera, 6 que enga1ada
Creyese verla, yo quedé al instante
Aun más que el hielo frIa y desmayada.
Al fin hace el dolor que me levante,
Y cuando del letargo me remueve
A gritos liamo al fugitivo amante:
«A ddnde vas,__exclamo,_eSPOs 0 aleve?
Vuelve, torna el bajel, que es tiranI
Que el nümero que trajo falto ileve.»
Hay en el lecho pero no hallo nada de Anastasio de Ochoa
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