Hay un reguero dulce y encendido
de sol sobre los álamos dorados.
Y, a lo lejos, los montes ya nevados
encalman el paisaje atardecido.
Si ahora tuviera el corazón dormido,
los ríos de la sangre no encrespados,
y ojos para mirar enamorados
los chopos dónde aún tiembla el sol huido…
Si ahora como esa luna ser pudiera
que boga virginal, tan lentamente,
tan alma pura en el azul… Si fuera
un álamo, una luna, un dios luciente…
Más sólo soy un hombre en la ladera,
un hombre sólo, apasionadamente.
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