A Víctor Botas
Ni siquiera la cita más humilde,
Esa gracia que a veces conceden a los idos.
Cuando llegó, ya estaban ocupados los asientos.
Cuando llegó la hora de sentarse, él no supo o no quiso.
Quedándose a las puertas,
Viendo cómo los otros empujaban,
Viendo cómo salían en silencio.
Ya nada importa ahora. Igual que antes
Ni focos ni altavoces en su ausencia.
Sólo un puñado de lectores fieles
A unas pocas palabras verdaderas.
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