La vida convirtiéndose -¿recuerdas?-
en viajes y trabajo.
La terraza, las vistas, y nosotros
mirando hacia otra parte: así acostumbra
a iniciarse el error: Pero al final,
hacía tanto frío que una tarde
cerramos la terraza de aquel ático.
Sabes lo que te ofrezco: un viejo buitre
a quien el miedo hace volar más alto
y que prepara su vertiginoso
descenso hacia las últimas carroñas.
Del confuso negocio del amor
quedan sólo las últimas monedas
de un tesoro saqueado. Conversemos,
ya que nosotros siempre hemos hablado,
y la conversación tiene el calor
que desea quien sube a un tren nocturno
como el que se me lleva: mi pasado
se borra y el futuro ya no es nadie.
Es otra clase de felicidad.
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