¿Homenaje?
Cada día recojo mis cenizas
sin darme cuenta de mi decadencia
exenta de quejumbre o de dolencia
asumiendo el trabajo con más prisas.
‘¡Qué bien estás!’ -me dicen con sonrisas
las compañeras de mi adolescencia.
No respondo igual, porque en conciencia,
al revisarlas, están hechas trizas.
La gana de vivir es mucha gana,
aunque ya tenga listo el equipaje
y he soñado mirar por la ventana con caballos,
un fúnebre carruaje y el cochero me grita:
‘¡Hey, anciana, cuidado,
que es la edad del homenaje!’
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