A la mitad del día
corrimos hacia el mar, hacia la oscura
ola de azul y de vaivén,
de brisa y de pequeños mensajes
extendiéndose lejos o viniendo quizás
hasta la roja estampa
De la orilla sin huellas.
A la mitad del día, nuestros cuerpos,
recibiendo la luz,
se hundieron en la informe
oquedad sin estela. Blancos,
dejáronse llevar de una corriente,
de algún latido hermoso,
de algún curso fugaz,
y aquí se encuentran hoy,
tendidos para siempre,
en la inquieta y más tensa
longitud de este verso.
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