Húmedo está, bajo el laurel, el banco
de verdinosa piedra;
lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
las empolvadas hojas de la yedra.
Del viento del otoño el tibio aliento
los céspedes ondula, y la alameda
conversa con el viento…,
¡el viento de la tarde en la arboleda!
Mientras el sol en el ocaso esplende
que los racimos de la vid orea,
y el buen burgués, en su balcón, enciende
la estoica pipa que el tabaco humea,
voy recordando versos juveniles…
¿Qué fue de aquel mi corazón -sonoro?
¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,
huyendo entre los árboles de oro?
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