Íbamos al dolor pero no a este
tan tratable y tan corto,
egoísta en su mal.
Y del hombre ejercido
(¿para qué sin ejemplo, sin pereza?),
tras callar su jornada y su descanso,
y sin mas compañía que esa rara
canción que nunca cede, esa ternura
a la que debe apenas
restos occidentales, el olvido
de algo cada vez ya menos suyo
(cada vez más borrosos
jirones, menos anchos
los días hasta aquí, menos vivido),
¿qué queda, quién parece
ahora tan separado de su haber?
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