A una profesora de historia
Aprendí
la interminable lista
de reyes godos y el mundo
no fue mío
ni tu historia
violeta como tus ojeras de doncella
si acaso
en las cálidas tardes con principiante trompeta
como fondo melódico
tu mano de profesora culta
dividió mi mundo proletario
saber o no saber
la cuestión era aceptar
un blanco destino de burócrata
o emigrar al mundo
de los que nada habían perdido
nunca, ni tan siquiera cuando
cruzó el estrecho el último rey godo
fabulosas tus historias de hijos
buenos, redentores de su madre
lavandera, cajeros de Banco, aspirantes
a directores de Banco, asépticos
buenos, higiénicos, sin remordimientos
inútil historia la de mi clase,
por ti y por mí desconocida entonces
cuando eras una princesa omnipotente
y yo tu juglar de versos vergonzosos
ni siquiera
conocedor de tu sexo, ni tu tiempo
pasaron rápidos años como tardes,
aprendí tu lista y tu frontera, tu nombre
tu nostalgia y cuando acaso
tenía respuesta a tus palabras
incluso a tu bella patraña de hijos -godos
-reyes- buenos
ya era tarde
y te enterraron ignorante de mi sabiduría
que tú empezaste y nadie concluirá,
de mi amor de juglar
princesa de una Historia
nada dialéctica, por la que tú pasaste
como pasa un rey bueno, con majestad.