1
Con la honda mirada
un día contemplaste
tu honda pasión de ser
en vida perdurable.
Hoy contemplas acaso
con mirada más grave
el parpadeo puro
de la noche sin márgenes;
el sollozo inoíble
de un arroyo alejándose
en la sombra; la mole
de la noche indudable.
2
Y sin embargo, eres.
Y sin embargo naces
como las hierbas verdes
y los nudosos árboles.
Compruebas con delicia
que existen matorrales,
y tus manos apresan
piedras de aristas grandes.
Saltas sobre los ríos,
subes desde los valles,
cantas desde las cumbres,
vives, existes, ardes.
Contemplas la llanura
crepuscular; renaces
como los campos vivos
que en la aurora son arces,
cañadas y caminos,
prados, riberas, cauces
de amor, donde quisieras
vivirte y olvidarte.
3
Y aquí estás. Aquí pones
tus dos manos tenaces.
Te agarras a las cosas:
maderas, piedras, carnes,
Te aferras a la vida
como el río a su cauce,
cual la raíz de un hondo
vegetal insaciable.