En algún cementerio de algún lugar,
ajeno a las hojas secas que el viento frotará sobre las losas
y al juego menudo de los gorriones,
yace, tierra sombría, Jacques Brel. No sabrá
que su voz, susurrando Ne me quitte pas,
nos empujó esta noche a ti y a mí hasta esta alcoba
en la que ahora nos adormece esta tibia fatiga compartida.
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