Sonríe, cada vez
que otra cosa de ella
merece un amor tuyo.
Sonríe, al salir de ella,
que se te cierra intacta.
Sonríe con ternura,
que no os suplicará
(tú, con tu mundo ávido)
que la llaméis bondad,
y apenas adivinas
cómo se absorbe. Aún
ha de sumarse. Aún
va naciendo su cuerpo.
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