La alta noche y el mar. Las playas solas.
Un vientecillo fresco y desvaído.
Y en el confín oscuro, el suave ruido
de una orquesta de claras caracolas.
Ay, amor: por encima de las olas,
desde mi corazón estremecido
resbalaba, sin rumbo ni sentido,
el son de mis canciones españolas.
La fogata que ardía sobre la arena
era una estrella más, en la serena
infinitud. Cesaron mis canciones.
Las olas en la playa se morían…
y de pronto sentí cómo latían
al mismo tiempo nuestros corazones.
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