Salta el rey, y los bastos cerrados
lo acometen brutales. Los oros
van huyendo en la vasta llanura.
Y ha caído la sota funesta
junto al buen caballero. La parda
extensión se ilumina, destella
con el rojo de infancia, y el verde
memorable y veraz, y los hondos,
los soñados azules de infierno.
La batalla creciente deslumbra
en espadas, penachos, banderas
crepitantes o justas. Y vuelven,
y regresan los bastos, las copas
taciturnas, los oros veloces,
y derriban al rey. Han caído
con el rey el silencio y el polvo
en la mansa extensión de madera.
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