Los recuerdos de mi infancia
caminan sobre las baldosas frías de esta casa
que parece enferma,
arrugada como un anciano invadido de invierno
que aguarda con último quejido
la cálida luz de los veranos.
El abandono ha invadido las paredes
con alma de asesino y dibuja sobre las habitaciones
una cartografía gris, húmeda
que oscurece los recuerdos que apenas permanecen.
Por algún vidrio roto
se cuela furtivo el viento y revuelve la memoria
con voz desconocida.
Duele mirar esta casa,
su imagen aturdida, desangrada,
como nos duelen los años
en los cuerpos de aquellos
que nos son queridos.
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