La clara lluvia, en rosa y azucena,
asume en tu presencia la dulzura,
y una aurora de arroyos insegura
ampara aquella luz de sombra llena.
¡Oh la experiencia arrebatada, ajena
a la ilusión constante de ternura
que en mí, con esperanzas, inaugura
una joven quietud viva y serena!
¡Oh los pasos que, tímidos, perdieron
aquel tranquilo séquito de flores!
¡Oh amada floreciente y encendida!
Cuando las noches íntimas huyeron,
quebró la luz del alba sus temblores
y tus ojos brotaron en mi vida.
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