La dama en el espejo de Pelayo Fueyo

Sueño y me pierdo, doble de ser yo y esa mujer.
F. Pessoa

Quiero llegar a ti desde ti misma,
mirándote desde tus ojos,
besándote con esa boca que me besa.
No puede ser que seamos dos, no puede ser
que seamos
dos.
J. Cortázar

I

El vaho de mi aliento en el espejo:
dibujo un corazón.
Sobre su centro
mi índice descubre lo que de ti no espero:
un transito a mi imagen.
Sin embargo,
el vano de la calle no palpita
con el tono intermedio del reflejo.
Dibujo un corazón.
Sobre su centro
el índice descubre que te has ido.

II

Violaré el territorio de la rosa
que has olido, la rosa
que refleja tu ausencia en el espejo.
Jamás podrás ser mía; con mi dedo
dibujaré la flor de tu silueta
y dejaré mis huellas en el vidrio.
Así, ya sin tu cuerpo,
tu reflejo y tu ausencia en esa rosa,
grabaré mi deseo.
Mas, quién sabe
si volverás aquí para ignorarme,
desdeñando el reflejo y mi grabado
al saber que no espero ya tu cuerpo;
o si, en cambio, querrás tocar la rosa
y añadir ese tacto a mi silueta
cuando la flor no tenga ya sentido,
cuando seas ausencia de ti misma,
y tu presencia estorbe a mi deseo.

II

Recuerdo ayer la imagen de una mujer hermosa
—y yo, frente al cristal, su punto débil…—
y hoy la imagen de un hombre que la quería.
Grito:
no se ha hecho pedazos. Me ha dejado,
por mucho que mis ojos la proyecten.
Ni en el engaño cruje el vidrio.
Creo
que nos hemos amado en otro ámbito
y no nos conocemos en persona.

III

Por fin, los dos materia de un espejo.
Pero…

—«Tú, ¿adónde miras?
¿Hacia ti, hacia mí?
¿Podremos vernos?»

Quizás nuestros latidos se reflejen
donde nosotros dos somos un cruce
y estamos enmarcados en el aire.

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