La dama i, vagarosa
en la niebla del lago,
canta las finas trovas.
Va en su góndola encantada
de papel, a la misa
verde de la mañana.
Y en su ruta va cogiendo
las dormidas umbelas
y los papiros muertos.
Los sueños rubios de aroma
despierta blandamente
su sardana en las hojas.
Y parte dulce, adormida,
a la borrosa iglesia
de la luz amarilla.
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