La Grotesca sufre en las piedras de cianuro.
Arrojadas al fuego, abatidas por la furia
de cerebros desahuciados
son el polvo de la bruma.
La mansedumbre abraza los cabellos del ángel
besa sus alas de ciruela y se recuesta
en las costillas del demonio.
De tanto en tanto nos vemos como somos
desplazando el filo del cuchillo
en la crueldad de la madrastra.
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