La hermosa y el espejo de Félix María de Samaniego

Anarda la bella
Tenía un amigo
Con quien consultaba
Todos sus caprichos:
Colores de moda,
Más o menos vivos,
Plumas, sombrerete,
Lunares y rizos
Jamás en su adorno
Fueron admitidos,
Si él no la decía:
Gracioso, bonito.
Cuando su hermosura,
Llena de atractivo,
En sus verdes años
Tenía más brillo,
Traidoras la roban
(Ni acierto a decirlo)
Las negras viruelas
Sus gracias y hechizos.
Llegóse al Espejo:
Éste era su amigo;
Y como se jacta
De fiel y sencillo,
Lisa y llanamente
La verdad la dijo.
Anarda, furiosa;
Casi sin sentido,
Le vuelve la espalda,
Dando mil quejidos.
Desde aquel instante
Cuentan que no quiso
Volver a consultas
Con el señor mío.
«Escúchame, Ánarda:
Si buscas amigos
Que te representen
Tus gracias y hechizos,
Mas que no te adviertan
Defectos y aún vicios,
De aquellos que nadie
Conoce en sí mismo,
Dime, ¿de qué modo
Podrás corregirlos?»

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