Esta mañana me sorprende
con mi olvidada calavera entre las manos.
Hago de Hamlet.
Es la hora reductiva del monólogo
en que interrogo a mi Hacedor
sobre esta máscara que ha de volverse polvo,
sobre este polvo que sigue hablando todavía
aquí y acaso en otra parte.
A la distancia que me encuentre de la muerte,
hago de Hamlet.
Hamlet y pájaro con vértigo de alturas,
tras las almenas del íngrimo castillo
que cada quien erige piedra a piedra
para ser o no ser según la suerte,
el destino, la sombra, los pasos del fantasma.
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