Estoy lleno de gritos como un tigre de garras.
Estoy lleno de ti -mis labios son tus labios
y en mis ojos cerrados lloras tú con mis lágrimas.
¿Quién me liberará? El tiempo y el espacio
ya no hablan. Espero. Miro cómo te escapas
y rompe mis pisadas esa nada en tu voz
que ha dejado de hablarme. Invoco tu fantasma,
me responde sin ti con palabras de plomo
y tus mil otras voces en mis venas me hieren.
Era como una fiesta. Giraban los tiovivos
y este amor arrojaba la llama de Bengala
que nos quemaba el cuerpo. Cuando un volcán se extingue,
otro volcán renueva sus torrentes de lava.
Sólo guardé ceniza, mis lágrimas son negras,
soy un muro de pie entre tantas ruinas.
Padecer así. Escucha. En tus nuevos viajes
¿olvidarás la voz que se pierde en el tiempo?
Por ti quiero morir, brotar y disolverme,
ser el alba y la flor, ser la bruma en el alba,
despertar como un sol que calienta tu cuerpo.
Por ti quiero ser libro y razón de ese libro,
el lector y la hoguera para mi auto de fe,
quiero ser la morada de tu voz, de tus frases,
y en mí sólo hay silencio y renglones agónicos
para llenar un fárrago cuya tinta se borra.
Me alimento de ti como un tigre de carne,
pero en la remembranza, mientras que un astro aúlla
en el presente y ruge al borde del futuro,
yo sólo canto mi hambre, devoro aquellas horas
que tanto nos mecieron, y desgarro esa otra,
ese rostro extranjero que cierra sus fronteras
y muere sólo en mí que tanto ansío su vida.
No tengo otra virtud que la de amar el árbol
en el que fui injertado. ¿No ves la rama muerta
que mira en otras ramas los frutos en sazón?
Ha llegado el momento de amarla más que a otra,
de ser deshecha en vida enlazada a su cuerpo.
Al sol de primavera no opongo sino otoños,
con nada viviría y todo me consume
en la savia que gimen los labios de mi herida.
Versión de Enrique Moreno Castillo