Ya el almendro de flor está cubierto;
ya he visto a la primera golondrina
de su antigua morada tras la ruina
cruzar por mi ventana en vuelo incierto;
ya ha brotado en el césped de mi huerto
una temprana, roja clavellina,
y ya tremola, como blanca enseña
sus alas, en la torre, la cigüeña.
Dicen que de estación risueña y clara
esos son claros signos y seguros,
que rayos brillantísimos y puros
el sol a nuestra atmósfera prepara:
que no turbarán más su lumbre cara
esos vapores del invierno oscuros,
ni cruzarán el manso firmamento
pesada lluvia ni importuno viento.
Si puede el resplandor de mi alegría
perdida, renacer en mis sentidos,
logren mis ojos tanto entristecidos
cumplida ver tan bella profecía:
Mira, Emilio, si son del alma mía
los nuevos pensamientos atrevidos,
cuando ambiciono sólo a mi ventura
ver revestido el cielo de luz pura.
¡Luz nada más! ¡la luz!… es sed ansiosa
que seca ya los ojos abrasados,
que tiene entre sus sombras sepultados
oscurísima niebla pavorosa:
ni otro consuelo que la luz hermosa
tiene mi corazón, ni otros cuidados,
que impaciente aguardarla en su venida
y lamentar con lágrimas su huida.
¡Ven primavera! tu beldad gozosa
dome los irritados elementos,
en medio a sus combates turbulentos
álzate sobre el trono majestuosa;
cese ante ti la lluvia tenebrosa,
callen ahogados ante ti los vientos,
y huyan por el espacio los nublados,
como bandos de cuervos espantados.
En colina elevada, allá distante
veré en el campo relumbrar el río,
y en el tronco del álamo sombrío
oiré de nuevo al ruiseñor amante;
ora se esconde triste y vaga errante
la furia huyendo al vendaval impío,
pero así que se amanse el firmamento
vendrá a llenar con su armonía el viento.
Y yo en el viento oiré su voz amante,
y mi voz de sus trinos compañera,
como la luz y el aire por la esfera
volarán confundidos un instante;
¡y entrambos con el seno palpitante
embriagados de amor por la ribera
cantaremos del cielo la hermosura
adorando en su luz nuestra ventura!