La hendidura polar se reencarna
en difusos remansos laterales.
Los ciervos comen cólera bendita,
venganza de una diosa inconsistente.
Porque es ella la voz de las tinieblas
que perfuma el cantar de sus quereres.
Es ella el cuerpo anclado en la ternura
de unas manos acariciando el pan.
Si todos somos hijos de la noche,
envueltos en martillos y brocales,
viviremos en días sucesivos
amamantando nuestra propia leche.
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